Caso real: «Aceptar el dolor y renacer»

Psicologos Málaga

A veces nos parece imposible volver a estar bien después de llevar tanto tiempo pasándolo mal. Es el caso de una de nuestras pacientes, que desde que falleciese una familiar, hacía ya dos años, no había vuelto a disfrutar de las cosas que había en su vida. Os dejamos a continuación su relato:

“Pasaban los días y mi sensación era que estaba bloqueada, que nada avanzaba, que el mundo se había parado cuando mi abuela falleció. Todo me resultaba sin sentido. Me levantaba cada día sin ganas de hacer nada, triste, me esforzaba por hacer cosas que antes me gustaban, pero no las disfrutaba. Por encima de todo, no quería aceptar que mi queridísima abuela se había ido definitivamente. Mis amigas me contaron que, en este tipo de situaciones, podía ser de ayuda asistir a un proceso de terapia, porque te pueden orientar sobre cómo afrontar algo tan duro.”

«Aceptar el dolor implicaba soportarlo de tal forma que eso dolor fuese transformándose»

“No entendía muy bien qué podía hacer un desconocido por mí en un momento como el que me encontraba. Sin embargo, en el ocaso de una de esas tardes que se habían repetido emocionalmente durante dos años, cogí el teléfono para pedir cita en Alegra psicólogos Málaga y Puente Genil”.

“Es difícil explicar como aquella decisión me cambió la vida, pero lo voy a intentar. Comencé a ir a sesiones. En ella aprendí que lo que sufría era un proceso de duelo que se había bloqueado. Aprendí que el duelo tenía fases, y que yo me había quedado en al primera, negando el hecho de que mi querida abuela se hubiese ido. Aprendí que solo existía un camino, el que tiraba hacia delante. Un camino en el que aceptar el dolor me podía hacer renacer como persona.”

«Aprovechar todo lo que me aportó durante su vida, y sacar el máximo partido a todo aquello que me queda por vivir»

“Aceptar el dolor implicaba, mediante las técnicas que me enseñaron, conseguir soportarlo de tal forma que eso dolor fuese transformándose, para dejar hueco en mi día a día, y permitirme seguir avanzando por el precioso camino de la vida. Entendí, entre otras cosas, que mi familiar siempre estaría en mis recuerdos, pero que en mi nuevo mundo yo tenía que encontrar la forma de vivir sin la presencia de esa persona. Aprovechar todo lo que me aportó durante su vida, y sacar el máximo partido a todo aquello que me queda por vivir. Aceptar que ese dolor era renacer, que ese dolor era algo transformador me hizo resurgir como alguien mejor”.

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