Esta carta va dirigida a mi yo de ayer, al que yo era hace más de dos meses y al que he ido labrando durante años. Me despido de ti. A veces pienso que nuestro cerebro, aunque forme parte de nuestro yo completo, trabaja por sí solo, y digo esto porque es capaz de crear pensamientos autodestructivos sin coherencia ni lógica alguna, y parece mentira esto cuando supuestamente el ser humano es “egoísta” a ojos del mundo.
Yo he cambiado. Y no solo yo, sino mi vida, mi día a día, mi entorno. Con tan solo 20 años me vi sumergida en un pozo sin fondo del que intentaba salir, pero cualquier intento por toda la buena voluntad del mundo que llevara era inútil. Tras varios intentos que terminaron en fracaso, hablé con mi madre y tuve que buscar ayuda externa. Fue sin duda una de las mejores soluciones que he tomado en la vida. No lo quise contar a nadie de mi entorno porque sabía que no me iban a entender, salvo que hubieran pasado por un trastorno alimenticio o bien fuera mi terapeuta. Mi cambio ha sido asombroso, ya que en cuestión de dos meses he salido de ese pozo que me tenía asfixiada, gracias a mi autoestima, a mi forma de ser, y sobre todo porque en Alegra psicólogos Málaga me dieron las herramientas necesarias para salir, y esto es lo importante, saber usar las herramientas porque somos nosotros mismos lo que tenemos que terminar saliendo a flote.
Cuando hablo del pozo sin fondo me refiero a mi obsesión por la delgadez llevada de la mano de la comida, llegando hasta el punto de tener miedo a la comida, a perder el control sobre ésta, en definitiva, la comida gobernaba mi día a día, y no venía sola, sino acompañada de pensamientos negativos y distorsiones cognitivas de mi imagen corporal, siempre asociándolo a la comida, atracones de comida a escondidas, masticar comida y escupirla para que “no me engordara” y siempre estando en un estado de tensión y ansiedad, no disfrutando de la comida porque estás pensando que lo que estés haciendo esté mal y te vayan a pillar. Por no hablar del hecho de mirar las calorías de los alimentos como cosa habitual, y no comerlos por su alto valor calórico o pesarme una medida de 4 veces diarias.
Dieta, una palabra que para muchos es temida, para otros motivadora, se empieza los lunes, los septiembres de cada año y se rompe los fines de semna, pero acarrea sentimientos de culpa, prohibiciones, ansiedad y restricciones que formaban parte de mi vida como el dormir una media de 8h diarias. Por no comentar los ayunos, la abstinencia de hidratos de carbono (pasta, arroz, patata…) y los dichosos atracones del “día libre”.
Comer fuera de casa era algo impensable para mi, a no ser que fuese ese día libre del que hablaba, y en ese caso, comía todo aquello que tenía prohibido hasta sentir dolor de estomago, sobrepasando los límites de la saciedad. “ya que me he pasado, termino de romperla del todo” (la dieta). Posteriormente podía pasarme dos días enteros en ayuno, tomando dos cafés en todo el día, o bien, a base de piña y agua.
Por último, otra de las cosas que formaba parte de ese momento tan oscuro para mí, era la autocritica. Y no precisamente realista, si no destructiva y amarga.
Ahora puedo decirle a mi yo del pasado que se acabó, que me despido de ti, que no quiero volver a verte, pero que gracias porque me ha permitido conseguir unas herramientas para mi vida, esenciales para ser feliz. Ahora sé que la clave para ser feliz es estar bien con uno mismo y que el deporte y la buena alimentación son la base de una vida saludable.
Mi deseo de bajar peso no ha desaparecido, porque si dijera lo contrario, mentiría. Eso sí, esta vez es diferente. Esta vez quiero llegar a un IMC (Uno de los indicadores de peso saludable o insalubre) sin hacer burradas como dejar de comer o eliminar el pan o el aceite, porque el cuerpo también los necesita.
Y también quiero advertirles a esos pensamientos negativos de ayer que si se atreven a deambular por mi cabeza, ya no les tengo miedo, porque tengo una magnifica defensa contra ellos. Mi recién y bien creada autoestima y distintas herramientas, que unidas a los nuevos conocimientos, me permiten combatir lo que se me ponga por delante.
Con respecto a mi físico, peso exactamente igual que al empezar la terapia, pero no tengo ni mucho menos el mismo cuerpo. Peso lo mismo, sí, pero eso lo dice un aparato con números. La realidad es que ahora como de todo, mi vida no tiene prohibiciones, hago ejercicio moderado, y sobre todo lo más importante es que soy feliz porque la báscula ha desaparecido de mi vida.
Porque más que un cuerpo diez, quiero una mente diez, y ahora la tengo. Me despido de ti. Gracias por haberme hecho crecer.
Posdata: “comer es una necesidad, pero comer bien es un arte…”