Se han escrito ya muchos artículos sobre la serie que ya se puede considerar por cifras, uno de los grandes eventos sociológicos del año: «El Juego del Calamar«. Se ha viralizado hasta tal punto que ha llegado incluso donde no debía: a los niños. En esa basta multitud de artículos, destacan muchos porque se ha puesto erróneamente el foco en la propia serie. Si era excesivamente sangrienta, si tenía sentido, si tenía algún mensaje oculto, o si deberían haber prohibido su emisión directamente.
Como psicólogo, pero también como miembro de Alegra psicólogos Málaga y Puente Genil, somos poco partidarios de las prohibiciones. Ya sabemos en qué tipo de países se prohíben cosas “por ley”, y a la mayoría de los que vivimos en países teóricamente democráticos, no nos haría gracia vivir allí. Abogamos pues por la educación. Siendo el talón de Aquiles de nuestra sociedad (entendiendo por “nuestra”, a la sociedad occidental en general, y no a la española en particular) en este momento, tal como demuestra dicho fenómeno sociológico.
«Los romanos ya tenían su propio juego del calamar en el Coliseum»
Para argumentar al lector la idea que planteo, expongo que siempre ha habido series y películas sangrientas y violentas. De hecho, aquellos que intentan hacerse los interesantes cinéfilos dando una supuesta lección de los significados ocultos de la serie, han quedado retratados por el propio creador de la serie, que al explicar el argumento, ha mostrado que su idea es la ya manida idea de un futuro en que los ricos estarán tan aburridos de ser ricos que sólo se sentirán estimulados jugando a matar (pobres por supuesto) de formas retorcidas. Añadiendo un par de tramas entre personajes como cualquier serie. Ya se han hecho mil así. Os recuerdo que cuando no había tele, los romanos ya tenían su propio juego del calamar en el Coliseum, donde luchaban a muerte de diversas formas. Imagínate la poca novedad del concepto.
«¿Entonces por qué ha impactado tanto la serie?»
Porque falta educación. Educación para filtrar los contenidos interesantes de los repetidos. Educación para entender lo que vemos. Educación para saber a partir de qué edad se puede ver un contenido como éste sabiendo diferenciar realidad de ficción (como no sucede en niños hasta cierta edad, incluso a partir de la cual, no están exentos de la influencia que pueda ejercer en sus pensamientos).
Educación para manejar la tecnología que utilizamos, porque en cada casa hay Netflix, pero los padres que lo tienen contratado no saben cómo limitarlo para que sus hijos no accedan a contenidos. Educación para entender que porque los amigos lo vean, el tuyo no tiene por qué verlo.
«En cada casa hay Netflix, pero los padres que lo tienen contratado no saben cómo limitarlo para que sus hijos no accedan a contenidos»
Educación para que en general prefiriésemos leer un libro que ver series, educación para que cuando llega Halloween, de los mil disfraces que puedan escoger nuestros hijos, no escojan los de asesinos (que por otra parte no deberían ni conocer porque corresponden a películas no aptas para ellos). Educación para que no tengan a disposición móviles a edades tempranas que promuevan el comportamiento por imitación de otros niños que no están siendo educados correctamente. Educación para que como adultos, te parezca un disparate prestar atención a cualquier cosa que tenga que ver con algo como el juego del calamar.
Y por supuesto educación basada en valores, que antaño proporcionaba la religión como vehículo para hacerlos llegar y condicionasen adecuadamente nuestros actos y hoy en día, al no tenerlos, hemos quedado huérfanos de vara de medir sobre el bien y el mal.